Primera parte:https://sandraruiz.blog/2019/11/09/pablo-primera-parte/
Segunda parte:https://sandraruiz.blog/2019/11/10/pablo-segunda-parte/
Esa noche conseguí que Lucía se viniera conmigo a casa… y a mi cama.
Le besé y le acaricié cada rincón de su cuerpo mientras ella me cogía con fuerza del cabello…
Quería conocer cada parte de ese delgado y perfecto cuerpo.
Estaba nerviosa y más callada que al principio…, pero notaba como con cada uno de mis besos ella disfrutaba, se lo veía en su mirada. Mirada que me hablaba de algo desconocido para mí…
Se le veía tan frágil allí tumbada en mi cama, que parecía como si de un momento a otro se fuera a romper…
Deseaba hacerle sentir.
Tomé el control, la desnudé y luego me desnudé yo. Nos metimos dentro de mis sábanas y solo nos besamos la mayor parte de la noche. Fue más que suficiente para quedarme con una sensación extraña.
Y esa noche… fui yo el que terminó dejándose llevar por esa mirada, por sus caricias, por esos labios carnosos que me dejaban sin fuerzas cada vez que me besaban.
No le insistí para llegar hasta el final, aunque era lo que más me apetecía; hacerla mía, sentirme dentro de ella, llenarla de placer, sentir su calor…
Pero solo la dejé que me guiara hasta donde ella estuviera preparada.
-Me tengo que ir a casa… -dijo de pronto.
Entonces dejó de besarme, de acariciarme, de mirarme y salió de mi cama para vestirse rápidamente. No dije nada, pero quería seguir teniendo esa mirada durante toda la noche en mi cama, necesitaba esas caricias que me hablaban de tranquilidad, esos besos que me sabían a paz… Y en esos momentos no entendí por qué sentía esa necesidad, si no la conocía de nada…
Nos vestimos en silencio y la llevé hasta donde me dijo.
La vi alejarse de mi moto a toda prisa. No me pidió el teléfono ni siquiera se despidió de mí. Simplemente, de lejos me dijo adiós con la mano y ese gesto me supo a despedida.
Me quité el casco para ver mejor como se perdía en la oscuridad. Me pidió que la dejara unas calles más abajo para que sus padres no la vieran… conmigo, (con el macarra de turno). Y yo… accedí.
Me hubiera gustado haberla acompañado hasta el portal de su casa, haberme bajado de la moto y haberle dado el último beso de esa noche…
Cuando llegué a casa me tiré en la cama y aún olía a ella. Me sentía cabreado conmigo y con el mundo entero por no entender que me estaba pasando. Bueno, aunque lo normal en mí era estar cabreado con todo. Pero esta vez era diferente…
No quería sentir nada por nadie, tenía miedo de que me volvieran a decepcionar y lo que menos entendía era como en un par de horas esa chica se me había metido en mi cabeza…
Me senté en la cama, frustrado me tiré del pelo y allí estaba ella; mi guitarra, abandonada como hacía con todo lo que se me antojaba…
La cogí con nostalgia porque me hacía recordar una vida que hacía tiempo que dejó de existir para mí… Toqué las primeras notas que compuse hacía años y ese sentimiento extraño volvió a aparecer, aquí, en mi pecho…
Continuará…