1. LIENZO EN BLANCLO

Sinopsis

El arte le corre por las venas, vive cada pincelada como si de un rayo de luz se tratara.
Vega viene de un mundo donde  el dinero, la clase alta y la apariencia es de suma importancia.
La protagonista luchará por sentirse viva en todo momento aunque eso le traerá consecuencias con las que tendrá que lidiar.
El amor le jugará buenas y malas (malísimas) pasadas, por eso la palabra AMOR tendrá un gran significado para ella.
Su sueño: Equilibrar los cuatro pilares más importantes de su vida para poder sentirse completa, (el amor, el arte, sus amigas y la familia)
¿Conseguirá llegar hasta el final o se conformará con la vida que le ha tocado vivir?
Ella no tiene prisa, pero aun así: hazlo despacio…

Capítulo 1

Sentada con las piernas cruzadas frente a una pantalla en blanco se me pasan las horas, los días e incluso las semanas.

Llevo tiempo bloqueada y odio sentirme así porque antes, esto para mí, era libertad, aire fresco, calidez, vida, pura vida. Me frustra esta sensación que tengo en mi mente desde hace meses y que no me deja hacer lo que de verdad deseo.

Hay algo que me impide ver y sentir esa sensación que tiempo atrás me regalaban mis pinceles mientras bailaban encima del lienzo.

Escucho la vibración de mi móvil escondido en alguna parte de mi estudio, pero lo ignoro hasta que ya no puedo más porque consigue sacarme de mis pensamientos. Me levanto en busca del dichoso aparato y sigo el leve ruido que hace la vibración contra el parqué hasta encontrarlo.

—¿Sí? —Descuelgo sin ni siquiera mirar el nombre de quien me llama.

—¿Se puede saber dónde te metes? —La voz de Iris suena espeluznantemente cabreada.
—¿Qué hora es? —Pregunto desorientada y algo confusa.

—Llevamos una hora esperándote, Veguita de mi corazón. —Y no puedo evitar poner los ojos en blanco porque odio que me llame así.

—Perdona, ni siquiera he mirado el móvil. ¡Voy en seguida! —Y cuelgo antes de que me vuelva a reprochar mi descuido.

Me quito la bata con esas manchas de pintura que están tan incrustadas que parecen el estampado de la propia tela. La dejo en el perchero que hay justamente en la entrada de la puerta y antes de salir echo un último vistazo a ese rinconcito que durante tanto tiempo ha sido mi lugar favorito, mi manantial, mi templo… Y ahora miro a mi alrededor y no siento esa seguridad que antes me arropaba. Miro el lienzo que sigue impecable, sin nada de color, ninguna línea trazada… No hay nada, está vacío… como yo.

Suspiro, dejo de pensar y decido salir del estudio.

Cuando abro la puerta me encuentro con la última persona que espero ver en el día de hoy. Durante unos minutos nos quedamos mirándonos fijamente sin decir nada, yo porque acabo de entrar en estado de shock, él, supongo que por vergüenza o cretino, quién sabe.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —Digo al fin, intentado parecer lo más inexpresiva posible.

—Vega… necesito que me escuches unos minutos. —Y esa súplica me desconcierta porque no estoy acostumbrada a verlo en ese estado de arrepentimiento.

—No tengo por qué hacerlo y no lo pienso hacer. —Cierro la puerta tras de mí y paso justamente por su lado chocando mi hombro con su pecho porque el espacio del rellano es sumamente reducido.

—Por favor, escúchame, solo serán unos minutos… —Escucho su suplica tras mi espalda.

—Vete a la mierda, Manu.

Y no, no me siento más aliviada, tampoco lo miro ni corro por las escaleras abajo. Trato de parecer tranquila aunque no lo esté, pero tampoco me vuelvo para mirarlo y ver el efecto que ha provocado mi frase en su bonita cara. Simplemente, me marcho…

No quiero echarle la culpa de lo que me está pasando, pero un elevado tanto por ciento tiene que ver con él y la canallada que me ha regalado semanas atrás.