Capítulo 2
Llego sofocada al bar donde he quedado con Iris y Elsa, las busco con la mirada entre los comensales, pero no las encuentro por ningún lado. Subo a la planta de arriba y allí está una de mis amigas, cerca del gran ventanal.
—Ya era hora, peliroja. —Iris se levanta nada más verme llegar para darme la bienvenida con un cálido abrazo.
—¿Y Elsa…? —Pregunto mientras tomo asiento frete a mi amiga.
—Se ha tenido que marchar. Ya sabes… movidas con Dante, lo de siempre. —Me aclara sin entrar en más detalles mientras ojea la carta.
—No entiendo a que espera para mandarlo a tomar viento… —Le contesto desganada porque es la misma cantaleta de siempre.
Hemos hablado con nuestra amiga mil veces, nos hemos puesto serías con ella, nos hemos enfadado, la hemos amenazado hasta con secuestrarla y llevárnosla lejos, a una playa desierta para que se olvide de él. Pero de nada ha servido intentar que abra los ojos y hacerle ver que ese maldito italiano no la merece, que lo único que hace es aprovecharse de su dinero. En fin, ella cree que está pasando por un mal momento porque no encuentra trabajo de lo suyo. Pero es que para encontrar antes hay que buscar… Y lo mejor de todo es que se cree actor por haber salido en dos anuncios y medio.
—Ya sabes lo que pienso de todo eso, así que mejor tengamos la fiesta en paz y no me recuerdes lo ciega que está nuestra amiga porque cuando me sube la mala hostia me salen arrugas. —Dice Iris estirazando la piel de su propia cara exageradamente con ambos manos. —¿Y tú cómo vas?
—Frustrada y cabreada. —Hablo sin ningún rodeo. Mi entrecejo se frunce al recordar el inesperado encuentro de hace un momento en el rellano de casa.
—¿Te ha vuelto a llamar tu hermano para la fiesta sorpresa de tus padres?
—No, peor aún…
—Pues… ¡Sorpréndeme! Soy toda oídos.
Iris choca su copa con la mía y luego bebe con elegancia.
—Llevo más de un mes con un bloqueo descomunal, mi profesora está a la espera de que le enseñe una obra maestra para participar en una iniciativa que están montando para conocer a jóvenes pintores del último curso y no hay día que no trace una línea y luego termine tirando el lienzo a la basura. —Le cuento mientras voy llamando al camarero con la mano para pedir de comer porque me muero del hambre.
—La mejor manera de desbloquearte ya sabes cual es…
Levanto la mirada para verle la suya y cerciorarme por dónde va a dirigir la conversación.
—Venga, suéltalo, que sé que lo estás deseando.
—Un cambio de aires… —lo dice sin pararse ni siquiera a pensar —puede ser la mejor solución. Esa fiesta sorpresa no es tan mala idea como tú piensas y seguro que te servirá para sacar todo eso que llevas ahí dentro por culpa de tus padres.
Y de solo imaginarme en la fiesta con mis padres y con todos esos amigos estirados, que se creen que la vida solo es dinero, me dan arcadas. Aparte de que llevo sin hablar con ellos más de dos años y el encontrarme en esa fiesta, sin esperarlo, lo mismo les pueden dar un infarto del susto y yo me puedo morir de escuchar a mi padre decir algunas de sus sandeces al recalcarme que mi carrera es un pasatiempo que no me llevará a ningún sitio. Y no solo eso, me cuesta trabajo hacer como si nada hubiera pasado después de lo que han sido capaz de hacer porque su niñita decidió tomar las riendas por una vez en su vida.
—Ni de coña Iris, antes prefiero vestirme de travesti y cantar la canción de Gloria Trevi. —Le digo poniéndome un poco alterada.
—Pero son tus padres y eso nadie lo puede cambiar ni tampoco puedes estar así toda la vida, cabreada con el mundo.
—Bueno, cambiemos de tema, por favor. —Le pido sin dejar de mover el liquido de mi copa.
—Sí, mejor… Y entonces esa cara de mala leche que traes se debe a…
—A que… —Me paro unos segundos de más reviviendo de nuevo el episodio que he sufrido hace un momento, me llevo las manos a la coleta alta y me la peino con nerviosismo. —A que Manu se ha presentado en la puerta de mi casa.
Mi amiga casi se atraganta con el vino.
—¿Y no habrás creído nada de lo que te ha dicho, verdad?
—Quería hablar conmigo y explicarme, pero no lo he dejado…
—¡Bien hecho!
—Pero…
—¿No me digas que estas empezando a tener dudas?
—Es que…
—Es que nada Vega, ¿desde cuando llevas sospechando?
Me quedo unos minutos pensando y la confusión empieza a llamar a mi puerta.
—Cuando lo pienso detenidamente y empiezo a darle vueltas a mi cabeza solo hago hacerme la pregunta: ¿Y si me estoy equivocando? ¿Y si solo son falsas sospechas?
—Deja de darle vueltas a nada y no justifiques sus actos con esas preguntas.
—Mi amiga se coge a ambos lados de la mesa y se encara conmigo. —Por favor, tú eres sensata, Vega, que para cegada ya tenemos a Elsa.
—No es que quiera ponerme una venda y hacer como si nada, pero tampoco he llegado a ver nada con mis propios ojos… ¿Y si no le dejo que se explique y soy yo la que lo estoy juzgando mal?
Mi amiga suspira mientras se masajea la sien con sus largos dedos y sus uñas bien cuidadas.
—Eso se llama justificar a una persona que sabes de sobra que te ha engañado en muchos sentidos y a veces no hace falta ver con los ojos para saber que algo no va bien.
No digo nada más al respecto porque sé que Iris tiene razón, pero mis dudas siguen creciendo por minutos y necesito tomar una decisión antes de que me arrepienta de mis actos.
Continuará…