Relato corto, convocatoria General VIII, Discrimina la violencia.

Os regalo mi relato corto, que ha quedado en segundo lugar en el concurso.

Feliz y agradecida de este premio.

Concurso de Almedinilla, Córdoba

Soy mujer

Y así es la vida… A veces ganas y muchas otras pierdes. 
Porque la vida trata de eso, de miedos, de inseguridades, de preocupaciones, de piedras que hay que saltar y encima sin caerse. La vida está llena de injusticias, abusos y maltratos. Maltratos a uno mismo por dejar que abusen de nosotros, de nuestros principios, de nuestra libertad a poder elegir. 

Vemos como esos miedos nos hacen pequeños, como esas inseguridades nos hacen invisibles, como esas preocupaciones nos hacen mal. Sentimos como esas injusticias nos anulan y con cada abuso sentimos como se pierde un cachito de nuestra persona. 

¿Y qué me dices de esas piedras que en muchas ocasiones están en nuestro camino y nos impiden continuar? Pues que no te queda de otra que saltar. 

Ese día me atreví. Y lo mejor fue que salté esa piedra a la pata coja y con los ojos cerrados. Porque no pensé en nada, solo me defendí, me valoré y sobre todo sentí la necesidad de actuar. Aquel miércoles llegué al periódico antes de lo habitual y más motivada que nunca. Me puse a trabajar en la noticia más aburrida que me habían asignado, pero esa mañana me había levantado con una sensación diferente. 
No sé si llamarlo premonición o esperanza, pero me sentí con fuerza o al menos segura de querer cambiar la situación y decir ¡basta!

No permitiría que por ser la única mujer reportera en ese periódico de pacotilla, las peores noticias, esas que siempre ponen en la última página y que nadie lee me las asignara a mí.  

Y todo esto se debía a que mi jefe me anulaba como persona y como profesional, pero sobre todo me castigaba por ser mujer. ¿Los motivos? Ni los sé ni me importa por el simple hecho de que esa persona dejaría de formar parte de mi vida en menos de lo que imaginaba. 

Mi trabajo me gustaba y mucho, pero con esas injusticias, abusos y maltratos iba notando como mis ganas se iban apagando, como mi motivación empezó a esfumarse, como mi persona se iba desgastando y con todo ello, mi orgullo. Solo hizo falta una cosa, solo una; que por un momento me arrepintiera de haber nacido mujer. Y ahí fue cuando mis ojos se abrieron, como mis pulmones tomaron aire y como me armé de valor para dejar de sentirme nadie.  

Ese mismo día abrí mis alas, pero no sin antes decir: «Soy una profesional que se merece ser una más en el equipo, no necesito demostrarte cada día lo que valgo para sentirme bien. Porque antes que nada soy persona, pero sobre todo, soy mujer. Hasta siempre».                                                    
 

Fotos del concurso

Publicado por Sandra Ruiz

Amante de los libros que me dejan huella. En ocasiones escribo y en muchas otras sueño despierta...

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